The Murderer: Gaiden 1 : Pharao x Camus N-17
Caía la lluvia copiosa sobre la ciudad de San Bartolo, encerrado en su consultorio terminaba de analizar los últimos instrumentos, dejo a un lado el bisturí junto con las pinzas y las tijeras, frente a él la plancha fría y platinada donde yacía una mujer pálida, desnuda y rígida, colocándose los guantes dio una última hojeada a su enciclopedia, no es que lo necesitara, llevaba siendo médico forense desde hacía 5 años, simplemente le gustaba hacer bien su trabajo, un relámpago que hizo retumbar el piso le saco de sus cabales, obligándole a ver por la ventana donde el viento y la torrente de agua golpeaban el cristal sin compasión. Suspiro, acercándose a la plancha, delineo con sus dedos la silueta inerte de aquella quien llevaba no más de 15 horas fallecida, curveo en sus labios una sonrisa cómplice, deslizo sus dedos juguetones por el abdomen y los senos, se relamió los labios, era exquisita la sensación que acalambraba sus nervios, aquella majestuosidad… un cuerpo perfecto de complexión deleitable, la representación del extracto tangible de la memoria, el mecanismo factible de un mundo contemplado, pero… - su sonrisa se borro – tan frágil e inútil, tan… humano… - suspiro resignado, para tomar el bisturí, aisló un mechón de cabello tras su oreja, delineo la curva filosa restregándola con sutilidad sobre la piel, para después hundirla a mitad del pecho, abrió con facilidad y maestría los pliegues de la piel, adentrándose por los tejidos vasculares, con la sangre coagulada se haría más fácil y maniobrable el procedimiento, el cual transcurría normal, sin embargo un ruido hizo que su concentración se quebrara y deslizara demás las tijeras cortando totalmente el hígado.
-¡mierda! – exclamo anonadado, virando con rapidez, observo con cautela el consultorio, a pesar de ser muy grande, no había indicios del distractor, entre cerró los ojos mirando a todos lados, dejo sobre una charola los instrumentos, camino únicamente con los guantes puestos.
- ¿Hola? – llamo tontamente, esperando ser contestado por alguno de sus compañeros o el guardia nocturno, sin embargo lo único que recibió fue silencio. Suspiro, queriendo regresar a su trabajo, dio media vuelta, sin embargo se detuvo congelado, sus músculos se tensaron al grado de hacerse piedra, dejo caer al suelo el pequeño bisturí de disección que se colaba por sus dedos, mientras por sus oídos se colaba la respiración agitada y forzada de un tercero y en sus ojos se proyectaba la imagen de un furtivo, agazapado sobre sí mismo, vestía de negro con una camisola blanca salpicada en sangre que… con la lluvia consumía todo el blanquecino y virgen color pálido, tornándolo de un deslavado rojo, se puso de pie con facilidad, al estirar sus brazos dejo ver un cuchillo francés en sus manos, sonrío ante el desconcierto del forense, quien dando un paso hacia atrás trataba de desahogar una exclamación de ayuda, pero… las palabras se atragantaban en su garganta.
Miraba intensamente al desconocido, sus ojos amatista brillaban con miedo, ojeo con rapidez cada expresión, se contorsiono al ver cómo, en el rostro del otro escurría por la comisura de sus labios la sangre que pigmentada a sus mejillas se deslizaba para bajar por su cuello, las sirenas alarmantes de las patrullas irrumpieron el tenso silencio, vio al humedecido extraño acercarse, por lo que dando un giro sobre si mismo trato de huir hacia la puerta que se mantenía con pasador, el fugitivo fue tras él, le tomo de la camisa para hacerlo caer, sin embargo por su mismo escurrimiento deslizo el también soltando el arma haciendo que girara por el suelo alejándose de sí, el forense pelinegro pateo al individuo dejando caer del mueble muestras y frascos, que alertaron a sus compañeros fuera del consultorio. Recordando su escondite se puso de pie inmediatamente para escabullirse hacia la gaveta de donde saco un arma, antes de que el fugitivo lo atrapara, le apunto con ella deteniéndolo, el otro le miro con frialdad e indiferente.
-Detente o disparo – se aventuro estúpidamente, esperando respuesta mientras estaba tentado a jalar el gatillo, el desconocido poso su vista en el dejándole apreciar sus ojos de color azul turquesa, profundos y misteriosos, que embelesaron al instante al pelinegro, poseía ya en sus manos el cuchillo nuevamente, soltó una risilla que puso nervioso al de ojos amatista.
-No tiene balas ¿cierto? – menciono con voz sugerente y suave, poseía un acento deleitable que erizo la piel del otro, se acerco con cautela, ahora ante la alumbrante luz daba a relucir su cabellera azulada que caía en cascada sobre su espalda, con los mechones humedecidos que escurrían pequeñas gotas de agua, el pelinegro retrocedió, tragando saliva, en efecto, estaba vacía.
-¡PHARAO! – Le llamo angustiado un compañero, mientras golpeaba la puerta - ¿estás bien? – las sirenas patrulleras alertaban más el ambiente, el desconocido se tensó sin mostrarlo demasiado, observo calculador las posibles salidas, diviso al otro lado una ventana.
-te buscan ¿cierto? No tienes escapatoria, mejor ríndete… - articulo con miedo y repulsión.
- esto no tiene nada que ver contigo… - le apunto con el cuchillo, desenvainado la filosa hoja que contenía sangre adherida.
- ¡PHARAO! – le gritaron nuevamente, mientras buscaban las llaves, el peliazul sabía que sería su fin, miro al otro suplicante.
- no quieres morir ni yo tampoco, si abren esa jodida puerta me atraparan pero antes te degollare, una vida inutilizada por inmiscuirte en asuntos ajenos a ti… - el pelinegro le observo sin entender sus palabras, pero sabía que realmente lo asesinaría si esa puerta se abría.
- Estoy bien… - exclamo atragantando su temor – simplemente se me han caído unas muestras… - el desconocido se acerco caminando hacia atrás a la ventana, trato de abrirla sin apartar su vista del otro, estaba cerrada.
- ¿Seguro? Traeré las llaves en seguida – retumbo desde afuera, el oji – amatista enmarcaba los movimientos del otro
- déjame ir… - asevero el azulado, el otro quedo quieto, inerte, a pesar de la situación se deleitaba con la presencia del otro, el peligro, el contacto de estar al borde la muerte, la fría expresión de superioridad y temor entremezcladas en las facciones del otro, le fascinaba, le surgía un morbo inexplicable, desembocaba un rio de sensaciones, aquellas que había buscado en toda su vida y las que quizá en un momento le llevaron a escoger su profesión, simplemente esbozo una sonrisa que en un principio desconcertó al peliazul, anudando su respiración, sin embargo al final entendió y sonrío, se acerco a él lo suficiente, tanto que el oji – amatista pudo aspirar el olor a violetas tortuosamente impregnado a la piel del otro, pego su cuerpo contra el de él, para deslizar sus manos suavemente por el pantalón hasta alcanzar las llaves, mientras el ojal filoso reposaba en la piel yugular del pelinegro, al tenerlas en su mano, sonrío, acerco sus labios empapados en sangre quizá de su víctima o quizá de él y susurro apenas audible
- tu sacrificio no será en vano, tienes la promesa de un misedor que esto… se te será pagado – el ceño del forense se frunció sin entender con claridad sus palabras, sin embargo sus ojos se abrieron de par a par desconcertados, al sentir sobre sus labios la humedad sanguínea de los otros, el desconocido le propino un beso que le dejo en shock, se separo sonriendo y ocupando el momentáneo transe del otro camino hasta la ventana, para quitar el pasador, al abrirla dejo entrar una fuerte corriente de viento helado que hizo bailar por el aire algunos papeles, paso una pierna apoyándola del otro lado para impulsarse con la otra.
- Espera… - balbuceo el forense, al ver como el otro estaba por saltar totalmente - ¿Cuál es tu nombre?
Ante la pregunta el peliazul simplemente sonrío – Camus… - menciono para soltarse y caer a las escaleras para incendios, en ese momento se abrió la puerta del consultorio.
-¿Pharao, estas bien? – entro su compañero agitado y angustiado, el pelinegro simplemente asintió con la cabeza, camino hacia la ventana para desconcierto del otro, apoyo sus manos en el marco y únicamente observo la obscuridad absorbiendo todo a su paso, sonrió, sin prestar atención a las insistentes preguntas de su compañero, pues en su mente solo vagaba y vacilaba el nombre de aquel peliazul, del fugitivo extraño que había colmado su mente de extrañas sumisiones, de aquel llamado… Camus.
CAPITULO 2: SANGUINARIO ROMPECABEZAS
El viento soplaba con majestuosidad, era más que una tarde de invierno, era el día en que le tocaba hacer guardia y como siempre, era el día en que desdoblaba sus fantasías. Caminaba con paso suculento por los blanquecinos pasillos del área de Tanatologia, mientras degustaba una manzana la cual mordía con seducción, sonreía a cada bocado soltando una pequeña risilla, paso a paso se dirigía al área forense donde se encontraba la morgue del hospital "Milatos", el eco de su caminata retumbaba, dirigía la mirada hacia las cámaras de frio, aquellas gavetas donde se resguardaban los cadáveres impuestos a identificar.
-Rubia...... castaño... pelirojo... - mencionaba las características clave de cada gaveta, las cuales estaban marcadas en una pequeña hoja, meneaba su cabellera al caminar, pues se movía con despotismo y gracia entremezclados, atravesó hasta las cámaras positivas de temperatura donde se hallaban los cadáveres reconocidos y listos para su cremación o embalsamamiento, mencionaba con sorna los nombres de cada cuerpo, sin evitar reír o hacer un comentario despectivo o calificativo.
- Buenos senos... demasiado arrugada... castrado - rio por lo ultimo - pero por supuesto... no podía faltar el perfecto... - se situó en el ultimo compartimiento, el cual sería el primero en cremarse al otro día, a lo que faltaban... solo unas horas, deslizo sus dedos de manera suave sobre el contorno de la gaveta, se recargo, exhalando, dejando un rastro impregnado de su aire caliente sobre la superficie, se quito los guantes para abrir el compartimiento, se dejo liberar el aire congelado y comprimido. Mostro una sonrisa satisfactoria curveada por el morbo y la lujuria, llevando su mano al que yacía sobre la fría plancha, su color era pálido, su complexión rígida, sus labios hinchados y amoratados, deslizando sus dedos, bailoteándolos por todo el abdomen, sintiendo una endurecida roca por cuerpo, rodeo en circulaciones sus pezones, bajo para sentir los muslos destensados y semi congelados, jugueteando, toco su miembro ahora imposible de mover, pues la rigidez de su cuerpo lo hacía imposible, froto su mano contra él, soltando un agudo gemido.
-¡Ahhh! - jadeo sin restricción, puesto que el morbo y el acto indecoroso que realizaba, le excitaba de sobremanera, había encontrado lo que hacía tanto buscaba, la satisfacción total a sus deseos, a sus reprimendas, su miembro se enderezo como un fuste comenzaba a dolor atrapado en su pantalón, llevo su mano disponible al rostro del otro , acaricio con suavidad la mejilla fría, rozo sus dedos con aquellos labios que ahora con el paso de las horas, se partían sin compasión, acaricio su cabello el cual poseía un tono deslavado y una pequeña capa de fibroso hielo.
- Peliazul.... - jadeo nuevamente, retiro su mano de aquel apacible rostro para llevarla a su pantalón, froto por encima de la tela su endurecida posición, para después bajar el cierre y sacar de entre sus vestimentas su miembro él cual comenzó a masturbar de arriba hacia abajo, jugueteando con el prepucio, liquido pre-seminal goteaba ensuciando las yemas de sus dedos, dejándolas pegajosas. - Blanco & extranjero - continuo hablando y gimiendo, mientras su mano apresuraba sus movimientos, su uña se colaba de momentos en la uretra ensanchándola de manera tortuosa y dolorosa - Una puta de culo estrecho... escoria... - vocifero mientras que, cuando permanecía con la boca abierta, un hilo de saliva escurría por su comisura - Un asesino...
.: Flash Back:.
Después de aquel encuentro que había marcado por completo su vida, no había dejado de tener pensamientos, pesadillas y fantasías, que le perseguían todo el día y noche, la idea frenética de aquel fugitivo de belleza incomparable, de seducción sanguínea embriagante y de rasgos estupefactos, le hacían adentrarse en lo más recóndito de su mente, entablando escenas y diálogos inéditos y pecaminosos, en su mente repasaba a instantes el hecho de cómo le había dejado escapar, la manera en que sin consentimiento rozo sus labios humedecidos en sangre y la forma tan incohibida en que huyo. Repasaba de manera fresca las palabras que le había dicho antes de su escapatoria.
"tu sacrificio no será en vano, tienes la promesa de un misedor que esto... se te será pagado"
-¿me será pagado, eh? - repetía constantemente al recordar aquellas insensatas palabras y soltaba una risilla burlona. Pocos días después aparecieron dos oficiales en su consultorio, cuestionándole algunos hechos de aquel día.
- Asesino, ¿ah? - arqueo una ceja, mientras mordisqueaba una manzana, observando a los uniformados. Aquel hombre no era más que un "meurtrier" un asesino en serie, de origen francés, al cual llevaban años buscando, había huido aquella noche de sus manos después de destazar a una chica no muy lejos del hospital.
- ¿la violo? - aquella pregunta erizo la piel de los oficiales, quienes se miraron mutuamente
- no es necesario que sepa de ello...
- como podría ayudar a mi país si no se entera bien de la situación - contesto sin más, mientras terminaba los últimos bocados de su predilecto almuerzo, el oficial suspiro sintiendo solamente con la cabeza.
- Ohh... - escapo de sus labios, mostrando una sonrisa satisfactoria por la respuesta - ¿creen que vuelva?
-No estamos seguros - carraspeo - sin embargo, debe tener precaución, es... su 3° caso en estos lares, si nota algo extraño... - le extendió una tarjeta, la cual Pharao tomo - llame...
- les informare de cualquier anomalía, incluso si el gato molesto de enfrente vuelve a maullar - su característico humor, no agradaba a los oficiales, sin embargo dieron por terminada la entrevista, para agradecer y salir. El pelinegro adormilo un rato en su asiento, repasando en su mente lo que había escuchado, al igual que aquellas palabras, esperaba realmente "ser pagado"
No pasaron muchos días cuando, una tarde mientras terminaba de acomodar a un joven sobre la plancha, encerrado en su consultorio, preparaba sus instrumentos para su trabajo predilecto, una necropsia, suspiro admirando aquel castaño cuerpo, de facciones apacibles, delineo su silueta nuevamente con sus dedos, cuestión que el ignoraba, pero adoraba sentir la textura de cada piel que pasaba bajo el filo de su preciado bisturí. Comenzó los cortes, sacando las viseras colocándolas en una hielera, sonreía mientras realizaba su labor, al finalizar dispuesto a sacar el cuerpo, sus maniobras se detuvieron en seco, levanto la mirada, quedándose quieto, aspiro una honda bocanada de aire, que le hizo sonreír de manera perversa, diabólica y morbosa, aquel aroma que de pronto difumino el aire, era ese característico y jamás olvidable... olor a violetas.
-Creí que jamás volverías...
- Dije que algún día te pagaría - el pelinegro viro sobre sí mismo y se topo para su satisfacción, a aquel hombre de cabello azul aguamarina, con ojos penetrantes y de finas facciones, aunque esta vez le hacía falta el característico brebaje rojo pigmentado y fresco sobre su piel, le examino con cautelosa rapidez, su mente fue baleada por sus fantasías, todos esos sueños y escenas creadas por su enfermiza mente, las sangrientas recreaciones de su subconsciente que detallaron al instante sus deseos.
-El precio de la libertad, es... demasiado costoso... - apacible comenzó a caminar hacia a él, rodeándolo, no había necesidad de asegurar la puerta, era cercano al crepúsculo, su guardia nocturna pronto iniciaría, por lo que se hallaban totalmente solos.
-¿Cuánto dinero quieres? ¿A caso quieres protección? - arqueo una ceja, ante su duda, mientras observaba sigiloso al pelinegro.
-¿Protección de ti mismo? - rio - no es necesario... - paso a su lado de manera peligrosa, a lo que el francés no se inmuto, dejo una muestra en el estante, abriendo nuevamente la gaveta, la cerro con cuidado, recargándose en ella.
- ¿tratas de intimidarme? - rio con sorna, acercándose a él - aquella vez... fui presa del pánico, sin embargo, soy la persona de la cual deberías cuidarte, al que deberías tenerle miedo y rogarle misericordia...
- ¿a eso has venido, a amenazarme? - le reto con la mirada e inhalo una vez más, aquel penetrante aroma, el que le embriagaba, perturbaba, aquel que le hacía perder los estribos, rehuyó la mirada del peliazul, sonriendo. La pregunta descoloco al francés, en realidad ni el mismo sabía a que había regresado.
- Soy un hombre de palabra...
- Y por qué no mejor, dejas de escupir tanta basura y me pagas de una vez - sonrío acercando su mano al cuerpo del otro - no quiero dinero... ni mucho menos tu estúpida protección - el aguador le miro con intriga, Pharao coloco una mano en el pecho del otro - Hay muchas maneras de hacerlo... - ante tal respuesta recibió un golpe, que le hizo apartarse.
- ¡No me confundas pendejo! ¿Sabes que puedo asesinarte en el momento que desee? - inquirió con furia, el pelinegro le empujo lejos de sí.
- No me intimidas, ni mucho menos... tu deberías ser, el que debería cuidarse... - no borraba de su rostro aquella inexplicable sonrisa, su rostro de satisfacción, le excitaba ver de esa manera al peliazul, quien ante la revelación, saco un cuchillo, el mismo de aquella ocasión, al notar el acto, el forense se fue contra él, comenzaron a forcejear, tirando muestras y pruebas de la estantería, una mala maniobra le costó un corte profundo en el antebrazo el cual comenzó a sangrar inmediatamente, enfurecido y excitado Pharao le empujo haciéndolo caer, soltando el cuchillo, saco de su bolso nuevamente el arma.
- Me excita verte de esa manera... - menciono fuera de sí, el francés se descoloco con su revelación, seguramente la había sacado en el momento de abrir la gaveta
- fui un estúpido... - sonrió, confiado de creer que era la misma de aquella ocasión - te arrepentirás - en un ágil movimiento, se puso nuevamente de pie para empujar a Pharao, comenzaron a forcejear, causándose arañazos y pequeños hematomas, en medio de una disputa a tirones para sostener el arma, se dejo oír un disparo, de pronto el silencio inundo el consultorio.
El francés tosió escupiendo un poco de sangre al rostro del forense, cayendo fulminado al piso, una bala en su corazón había sido la causante de su desdén, había marcado el final de sus pecados y el inicio de su infierno.
-Esta vez no estaba vacía - sonrío el pelinegro, para tirar el arma al piso, respirando agitado, permaneció unos instantes quieto, para seguido suspirar pasando una mano por su cabellera, sin desfigurar su sonrisa se inclino sobre el
- tan perfecto... - repitió para sin reproches, besarlo, rozo sus labios con los de aquel, aun se sentían tibios, suaves, los mordisqueo de manera posesiva pues... sabía que no escucharía reclamos, ni reproches, sus manos comenzaron a vagar por aquel cuerpo, aquel que... inevitablemente le había robado tantos sueños por las noches y fantasías por los días. Sus manos se humedecieron al contacto con la sangre que emanaba de su pecho herido, vaciándolo, se estremeció por el calor de esta, comenzó a despojarlo de la ropa, para besar, succionar y lamer todo a su paso, mientras la sangre se deslizaba a la punta de su lengua, al acercarse a la herida sus mejillas se pigmentaban de rojo y filos densos dispuestos a coagular se colaban por la comisura de su boca, llevo una mano al miembro del francés para comenzar a masajearlo, observaba con deleite sus pupilas dilatadas, bajo dispuesto a engullir aquel miembro que comenzaba a enfriarse sin embargo un movimiento de parte del otro le hizo dar un brinco inesperado. Sonrió, sintiéndose idiota aquello no había sido más que un "Movimiento Postmortem" echando su cabello hacia atrás prosiguió a engullir el miembro de Camus, el cual succiono y lamio desde el tronco hasta la punta, embriagándose con su sabor, con su aroma que en momentos le hizo sentirse mareado, el calor comenzó a opresar su propio cuerpo y a su pesar, tuvo que detenerse, saco su miembro el cual comenzaba a enderezarse, para comenzar a masturbarse, consiguiendo una erección deseada totalmente erguida, tomo de los cabellos a su "amor" para aprovechar su quijada abierta en la cual introdujo su hombría, para mover el mismo la cabeza tirándole del cabello, los dientes raspaban dolorosamente, sin embargo su excitación era mayor.
- Eres una ramera... - escupió al aire, detuvo sus propios movimientos para ponerse de pie, aun tenia los guantes puestos hundidos en sangre y evidencias, eso quizá le ayudaría después de consumar sus deseos. Levanto al francés del suelo para echarlo sobre la plancha, haciendo caer el cuerpo anterior que tenia, el cual comenzaba a oler a putrefacción. Abrió indecorosamente sus piernas relamiéndose los labios, llevándose consigo muestras de sangre, para encajar su miembro en aquella estrecha entrada, que se cerraba aún mas, conforme sus músculos se tensaban.
-¡AHHH! - jadeo potente y sin vergüenza, el aroma del aire era nauseabundo, se perdía toda la esencia que no fuera consumida por el potente y celante olor a sangre. Comenzó su frenético vaivén poseyendo aquella entrada, miraba el rostro palidecente de Camus, esa era su mayor satisfacción, acaricio con una mano su rostro, sintiendo sus pestañas de aquellos ojos dilatados. No tardo demasiado en eyacular dentro de él, exhausto y acalambrado, salió de él, respiraba con rapidez, permaneció observándole con una profunda sonrisa en el rostro. Cierto tiempo después como genio que era, limpio toda su semilla, para vestirlo con cautela, se deshizo de los guantes, para desinfectar sus manos con un fuerte tónico. Tomo su celular, escuchando el timbrar, mientras pasaba sus manos ahora libres por el rostro entumecido del otro, escucho levantar la bocina del otro lado.
- ¿Oficial?
.:Fin Flash Back:.
Jadeo con fuerza para correrse sobre sus manos, soltando un agudo gemido que no intento ahogar, tratando de controlar su respiración, subió su bragueta para acariciar la mejilla del francés que yacía sobre la cámara de frio, dejando una pequeña marca de su semen, volvió a sonreír, noto el sonoro "tic - tac" del reloj, se percato que había amanecido, pronto entrarían los del siguiente turno, acomodo sus ropas, suspiro. Cerro la gaveta, se quedo unos momentos observando el dictamen en la tablilla pegada al lado de la compuerta.
Camus Leinen
28 años CASO JUDICIAL
Al llamar a los oficiales hacia dos noches, dio a relucir una versión poco creíble, que a pesar de ser totalmente irracional, no quedo más remedio que creerla, no había pruebas que confinaran a culparlo, todo apunta a lo que Pharao Reizen decía.
.:POV:.
-Entro por las escaleras de seguridad, me amenazo al instante, me acorralo en el consultorio buscando dinero o algo de valor... - indico serio y un poco frustrado.
- Camus Leinen no había presentado casos en que quisiera robar... - confino un oficial, el cual le entrevistaba.
- Me pidió dinero a cambio de no asesinarme, fue cuando empezamos a forcejear - mostró sus heridas - sin embargo... en un descuido tome el arma y... - suspiro un poco - jale el gatillo sin pensar en nada más que en mi seguridad... - el oficial permaneció en silencio unos instantes, realmente era muy difícil de creer.
-Quizá no quiera creerme, pero... las muestras medicas podrán mostrarle lo que busca...
- no hay nada en ellas...
-entonces no veo, él porque sigo aquí... - eso era cierto, el oficial suspiro, cerro la papelera, creíble o no, según las muestras indicaban la verdad, Un asesino había sido eliminado, un caso menos perjudicial para la sociedad, dieron por asentado el caso y Pharao fue dejado en libertad.
.:Fin POV:.
Poco después llegaron dos enfermeras, quien saludaron cordialmente al forense, preguntado su estado emocional, después de un corto preludio, indicaron que era hora de creemar al incitado culpable, Pharao asintió y les ayudo a sacarlo, para llevar la camilla hacia el área asignada, una vez allí el simplemente se quedo afuera, recargado en la puerta, al escuchar el tremendo fogón de los hornos, sonrío, busco en su bata lo que restaba de su almuerzo, mordisqueo nuevamente aquella manzana.
Un asesino había sido asesinado, valiera la redundancia, ahora los lares cercanos a San Bartolo podrían estar libres de peligro, pues... aquel que se escondía bajo el antifaz de héroe, no necesitaba el sufrimiento de vivos, pues vivía rodeado de lo que buscaba... de sus amados & callados... muertos.
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