A Lunatic's Lament ( Aioros x Milo) N-17
Mis ojos se posan fríos y calculadores sobre la perfecta silueta que apenas se distingue a lo lejos, río en mis adentros mostrando una perturbarte sonrisa en mis labios, oculto en mi guarida observo por la pequeña ventana que me deja divisar entre un templo y otro, en la penumbra de mi habitación guardo con sigilo mi cosmos para no ser descubierto, escucho sus pasos retumbar ahora en mi casa, escucho su deliciosa y embelesante voz hablarme, sin embargo no contesto, me reservo únicamente el derecho de observar como camina sintiéndose solo, cada mecanismo nato de su cuerpo, sus firmes y moldeadas piernas alzarse a cada paso, el movimiento de sus caderas y glúteos al caminar, el vaivén de su larga cabellera que bailotea en su espalda por el viento, me relamo los labios proyectando en mi mente todo lo que podría hacer con ese cuerpo bajo el mío, al principio eran simples fantasías triviales, pero tras su rechazo, no pude dejar de imaginarme el devorarlo completamente, para guardar su esencia y reservarla únicamente para mí, la sonrisa se borra de mi rostro cuando vienen a mi sus palabras.
-yo… no puedo quererte de esa manera… perdóname
Mentiras, todo mentiras, fue la forma más fácil de librarse de alguien como yo, debe sentir que es demasiado para mi, en cierto modo tiene razón y es que mi obsesión por él, surgió poco después de que… como favor a Athena los dioses nos devolvieran a la vida con una última oportunidad, una metida de pata y estaríamos nadando nuevamente en el rio de los muertos, aquel niño que no podía ver más que como un pequeño hermanito inmaduro, se había convertido en todo un hombre perfecto y exquisito, un hombre al cual yo deseaba.
Viro hacia la puerta y sonrió de manera algo apagada, para después proceder a retirarse, meneando su cabellera con el viento y continuo su camino, sin siquiera pensar en detenerse, quizá me descuide y sintió mi presencia, suspiró resignado con cierta melancolía y odio. ¿Cómo podría estar así tan bien? ¿Acaso únicamente se había burlado de mí? Sus palabras no eran más que la salida fácil a un bastardo enamorado que no lo merecía, que idiota… el pensar que me tiene en el concepto del desdichado idiota que hace lo que se le dice sin chistar ni protestar – me alejo de la ventana y me recargo en la pared en medio de un caos reinante, mi lado de la habitación es tan obscuro como mi mente misma y sin pudor alguno bajo mi cremallera, meto la mano dentro de mi pantalón para sacar mi hombría la cual se ha empezado a erectar con solo mirarle y como animal en celo comienzo a masturbarme, perdido en mis fantasías, en mis proyecciones sádicas y sin escrúpulos donde domino aquel cuerpecillo frágil bajo el mío, estiro la mano hacia la repisa más cercana que tengo y con dedos temblorosos jalo una pequeña tela, que aunque en la obscuridad, al tomarla la distingo perfectamente, sin dejar de masajear mi miembro la llevo a mi rostro para olfatearla con desesperación, aun tiene el aroma de su sudor, de su cuerpo, a pesar que tiene días que se la he quitado sin ser visto durante un entrenamiento, su aroma es como el mejor afrodisiaco hace que mis sentidos se activen con mayor esmero, bajo aquella camiseta desgarrada a mi miembro para comenzar a frotarla duramente contra él, envolviéndolo, para imaginarme lo que sería estar dentro de su cavidad y porque no el verlo retorcerse, cierro mis ojos mientras continuo con mi labor, a pesar de los jadeos y balbuceos que expide mi boca, comienzo a susurrar su nombre, hasta el grado de que resuene en mi habitación.
-Milo… Milo…. – repito entrecortado en medio de suspiros, hasta correrme ensuciando nuevamente aquella tela, después de que los espasmos me recorran, la coloco a la altura de mis ojos para observar mi humedad sobre ella, ¡oh! como desearía que fuera su rostro. Dudo mucho que pueda soportar esto, cada día mis lamentos me recorren al igual que mi obsesión, como puedo amar a alguien que me ha despreciado de una manera tan vil, tan estúpida y que no se da cuenta de ninguna de mis señales para demostrarle lo mucho que lo deseo.
La mañana apenas se alumbra gracias a los destellos del sol, hace horas que estoy despierto, puesto que he salido entre la obscuridad de la noche y el despertar de la mañana para hacer el labor que llevo haciendo desde hace 18 meses atrás, coloco una hermosa rosa de color blanco bajo el umbral de la salida de escorpio para después seguir mi camino como acostumbro para desayunar con mi hermano, para mostrar ese antifaz de falsedad al cual todos están acostumbrados.
Regrese cansado, arrastraba pesadamente los pies, entonces era el momento de entrar por aquel templo, relaje mis músculos y dibuje la mejor sonrisa que tenía en mis labios, suavice mi voz y accedí sin aviso y lo que vi me desconcertó, aquel dueño de mis lamentos, de mi desdén, al que mi corazón había aprisionado con locura, estaba parado enfrente de mí, resignado, soltó un suspiro creyéndose solo y arrojo al suelo aquella rosa, el tiempo se detuvo.
-¿Qué haces Milo? – pregunte con cierto rencor, este giro para mirarme con desprecio y quizá algo sorprendido.
-Solo tiraba la basura… - menciono con su altanería conocida y viro haciendo que su imponente capa bailoteara en el aire, comenzó a caminar hacia sus aposentos -la próxima vez… avisa cuando entres por favor… - abrió la puerta de su habitación, para cerrarla tras de si, dejándome rabiando y herido, era un jodido creído, había destrozado los pocos sentimientos que quedaban en mi, apretuje mis puños hasta dejar mis nudillos blancos, mis dientes rechinaban unos contra otros al amordazar mi propia mandíbula. “Hijo de puta” maldije en el aire, para salir de allí lo más rápido que pude, paralizado de mente llegue a mí santuario, para comenzar a romper todo y soltar un desgarrador grito, me había herido, me había calado como ninguno otro, él sabía que había sido yo y me desprecio de manera tan vil, tan cruel, jodido creído, realmente no ha hecho más que demostrarme siempre su altanería, la rabia y la furia me consumieron e incineraron, lo haría pagar, lo haría sufrir como me lo estaba haciendo sentir ahora, derrame lagrimas de impotencia y coraje, golpee con el puño cerrado el pilar central de mi habitación, haciendo retumbar el lugar. “-me las pagara” – jure a la nada y comencé a reírme, quizás por los nervios o el dolor pero sabía que tendría que vengarme, de hacer realidad mis fantasías y de demostrarle que si habría de pertenecerle a alguna persona esa seria yo.
-----------------------grita lo más fuerte que puedas mi nombre, quizá de esa manera puedas salvar tu alma…
Encogido sobre mí mismo, furibundo en mis fantasías, mi boca está reseca de tanto gemir y proclamar su nombre a pesar de todo, a pesar del dolor y el odio, sin embargo esta vez ya no hay consuelo, las caricias propias ya no dan el alivio a mi cuerpo y el olor de su camiseta se ha perdido para difundirse con el olor de mi semen rezagado, el frio de la noche cala un poco mis huesos, afuera llueve copiosamente y el viento golpea duramente los pilares de este santuario, suspiro con resignación y golpeo el suelo con mi puño cerrado.
-¡maldita sea! – lo deseo tanto, lo quiero únicamente para mi, tocar, besar morder, despedazar mi último deseo final seria completado gracias a su cuerpo, el antifaz de la buena persona seria al fin revelado, me pongo de pie decidido a todo, acomodo mis ropas y con paso firme camino hacia la entrada de mi templo, sin portar nada más que mi ropa de entrenamiento comienzo a descender entre la obscuridad las escaleras que dan hacia sus aposentos, la lluvia empapa todo mi cuerpo y las gotas resbalan por mi corta cabellera, no hay facción alguna en mi rostro, mi mente se ha perdido entre mis divagaciones y no ha encontrado la salida, me he bloqueado ante las consecuencias de lo único que deseo …. Y lo que deseo es a Milo.
-----------------si tan solo pudieras ver que eras la única persona que había soñado, pero que ahora… se ha convertido en mi pesadilla.
Un trueno hace que cimbre la tierra, una ráfaga ilumina la entrada del octavo templo y se divisa la silueta de aquel que sin previo aviso ha usurpado aquellos aposentos, el agua escurre por sus ropas y se estanca en el suelo dejando escuchar aquel chapoteo impermisible y una sonrisa se dibuja en sus labios. Comienza a caminar haciendo escuchar el eco de sus pasos por aquel santuario tan parecido al suyo, sin embargo estaba plasmado por la presencia de otro hombre, con facilidad detecta su presencia, se dirige a los aposentos principales y personales del caballero de escorpio, sin embargo, antes de llegar, la puerta se abre intempestivamente.
-¿Aioros? ¿Qué haces aquí? – intrigado por ver a su compañero de armas, el escorpión intenta acercársele pero no hubo respuesta del otro, simplemente continuo caminando hacia el
-¿Aioros? – Inquirió de nuevo, retrocediendo un poco, tratando de analizar la situación, queriendo tomar las riendas se mostro firme - no sé qué es lo que quieras, pero no puedes importunar en mi templo de esta manera… ¿me estas escuchando? ¡Aior… - guardo silencio al sentir sobre de él al guardián del noveno templo
“-mis manos están temblando, basta con mirar tu rostro para calmar mis nervios, el percibir tu miedo, tu extrañeza, ¿estás listo para correr?”
- he esperando pacientemente por esto…
-¿de qué estás hablando? ¡Apártate! – Demando - he dicho que te… ¡ah! – gimió con dolor al ser sometido de las manos con fuerza y arrastrado hacia la habitación, sin preámbulos y entre forcejeos Aioros lo estrello contra la pared, dejando caer los objetos del buro cercano.
-¡¿Aioros por Zeus qué diablos te pasa!?
-¿Qué me pasa? Aún eres capaz de preguntarlo…. – suelta una pequeña risilla- en semejante situación y no puedes entender lo que pasa… pero que he de esperar de alguien tan patético como tu…
- si esto es un juego… no es divertido – lo miro desafiante, tragando saliva al notar como realmente las facciones de Aioros no mostraban ser parte de una broma de mal gusto.
- dime Milo… ¿Qué se siente pisotear a los demás? – Se acerca a él, ejerciendo presión en sus brazos para poder llegar hasta su cuello, en el cual dio una bocanada de aire, tensando al menor - ¿te divertiste? Pisoteándome….
- no sé de que hablas…
-¿no lo sabes? Mi amor rechazado… mis dulces pensamientos que convertiste en mierda…. Toda la pesadez que has puesto sobre mi cuerpo, todo el desprecio al que me has doblegado…
La cabeza del escorpión daba vueltas, en medio de su pánico reinante, no comprendía aquellas palabras mucho menos la actitud del mayor y entonces cayó en la cuenta
-las rosas… - susurro
-¡oh! entonces si lo sabes… - de un tirón rompió la delgada camiseta del peliazul y ejerció presión contra el cuerpo del otro, la estatura del castaño era mayor al igual que su peso.
-jamás creí que fueras en serio… es más, creí que era una de las tantas bromas de Aioria… - trato de excusarse para tranquilizar al mayor
-¡mentiras! ¡Todas mentiras! Te sentías demasiado como prestarle atención al pendejo de sagitario ¿no? Mientras yo me jodia de amor por ti, tú no te cansabas de lamerle el culo a Géminis para que te hiciera caso
- estas equivocado… ¡ah! Me estas lastimando… Aioros tranquilo… tu… tú no eres así … - El castaño se río bravamente arriba de su presa, cada vez lo oprimía con mayor fuerza que con el pasar de los segundos se oían “tronar” unos huesos.
-¿ser así? – Rio con burla - ¿Qué sabes tú de como soy? Ante todos siempre soy el mismo dócil imbécil, el que hace lo que se le ordena sin pensar… ese es el Aioros que todos consideran, solo un pendejo mas, te hare cambiar tu perspectiva… divirtámonos un rato… gocemos de esa espera tan prolongada a la que me has sometido
Un ligero temblor fue percibido en el cuerpo del peliazul, acumulando su fuerza, fue capaz de golpearle en el rostro alejándolo de él, pero antes de siquiera dar un paso fue tomado del cabello y jalado al suelo, para ser arrastrado hasta la mitad de la habitación, una risilla burlona escapo del castaño y balanceando su rostro sometido por la opresión de sus mechones lo golpeo con el puño cerrado, obteniendo una fuerte exclamación de dolor de parte del otro, satisfecho con el hecho continuo golpeándolo a pesar de los forcejeos del peliazul. Milo detuvo aquel puño con su mano, sus mechones fueron soltados pero en su lugar Aioros tomo la muñeca del peliazul la cual quebró obteniendo un alarido que el menor trato de ahogar puesto que… no le mostraría a Aioros aquella faceta que tanto anhelaba, la de su humillación.
-patético… - sujeta el hombro derecho y lo disloca rápidamente haciendo soltar en el escorpión unas lágrimas. Por primera vez el dolor lo sentía a flor de piel, mordió sus labios para ahogar aquellos sollozos que se aglutinaban en su boca, aun de rodillas, sostuvo su hombro lesionado, cerrando los ojos, rogando que todo fuera una terrible pesadilla, el sonido de la cremallera de Aioros le hizo salir de sus cávales, fue tomado nuevamente del cabello, elevando su rostro el cual se topo con la potente erección de sagitario, abrió sus ojos por demás aterrado ante la idea, jalándolo con más fuerza y a pesar de la resistencia, hundió su rostro entre sus piernas haciendo que engullera el inhiesto pedazo, sintiendo la cálida humedad de aquella cavidad, los dientes raspándole la delicada piel que envolvía su miembro, halando la cabeza de Milo hacia atrás, lograba hacer que entrara y saliera de su boca dándole el placer que durante tanto tiempo había imaginado.
-¡hazlo bien! – Lo abofeteo – aquí… - tomo la barbilla del escorpión quien ligeramente sonrojado entrecerró los ojos, temblando, el mayor hizo que lo engullera de nuevo, dándole esos espasmos húmedos y deliciosos, Aioros se perdió en su propia divagación de poder cumplir una de sus tantas fantasías.
Instantes después eyaculo en su aterciopelada boca, soltó por instantes a Milo, quien al abrir su boca para tratar de respirar dejo escurrir todo el semen que había sido depositado en su cavidad, un hilillo le quedo colgando en la comisura de los labios.
-Bastardo, hijo de puta… - no podía mirarle a los ojos después de aquello, un sentimiento de culpabilidad o quizá repulsión le envolvió, por sus mejillas resbalaban pequeñas lagrimas.
-que delicia ver al grandioso Escorpión llorando como una niña… - bufo en su rostro, enterró las uñas en el hombro lastimado del peliazul sacándole un sollozo, lo levanto apretando sus manos ahorcándole, balbuceos salían de la boca del escorpión puesto que la falta de aire a sus pulmones hacia que su piel palideciera, entrecerró sus ojos al igual que su quijada. Apretó mas fuerte gozando del sufrimiento del otro, se relamió los labios y sintió como su erección volvía a avecinarse, lo soltó, dejándolo caer de rodillas, el morocho comenzó a toser, haciendo exclamaciones altivas para intentar saciar sus pulmones de aire, sin embargo un fuerte puñetazo le hizo dar media vuelta en el aire y que sus ojos se pusiesen blancos unos segundos, su rostro estampo contra el suelo donde, la mano de Aioros comenzó a estrellarlo una y otra vez, rompiéndole la nariz, dejando en su frente y mejillas golpes que, al paso de minutos se convertirían en hematomas vistosos y amoratados
-¡por favor, basta! – suplico, entre sollozos y lagrimas, con la mano disponible Aioros levanto su cadera, destrozando sus ropas, pasando su brazo por debajo de su abdomen, dejo su trasero levantado, mientras con la otra, mantenía en contra el suelo, su rostro.
Lamio aquellas nalgas con morbo y deseo, Milo comenzó a sollozar más fuerte, la vergüenza, el dolor y la traición baleaban su cabeza y no podía hacer nada para defenderse, soltó su cabeza y ahora con la mano disponible tomo ambos glúteos y los separo dejando apreciar su entrada cerrada, Milo como pudo ejerció presión débil cosa que no sirvió de nada, puesto que el sagitario comenzó a reír, para seguido dar un lengüetazo.
-¡déjame… en paz… jodido degenerado! – apenas audible, Milo se quejo, Aioros saboreo aquel extraña sensación
-sabe deliciosa… algo amarga – rio – pero deliciosa
- por favor… por favor…. – suplico llorando el menor, sin embargo el mayor continuo lamiendo cual gatito sediento, su erección volvía a erguirse como fuste y babeaba deseosa de romper con todo aquella virgen cavidad, tomo con la mano el miembro de Milo el cual a pesar de todo comenzaba a reaccionar, pues después de todo, era un humano
- pequeño cerdo… te estás mojando, con solo que te chupen el culo… te encanta este trato – aquello hizo reaccionar a Milo
-¡cállate! – grito inclinando su cabeza hacia atrás, golpeando contra la de Aioros, aventándolo lejos de si, para estrellarse con el filo de un buro, el cual le hizo una abertura en la cabeza y el cuello, de la cual emano a borbotón un filo de sangre, el peliazul se logro poner de pie y le escupió, para empezar a patearlo a falta de su brazo, el castaño le detuvo la pierna y halo hacia abajo para tumbarlo cayo duramente de espaldas, se fue contra él y antes de que el peliazul pudiese quejarse un golpe que impacto en su mandíbula, le hizo morderse la lengua atrozmente, sacándose sangre impidiéndole el habla, un grito mudo acompañado de un sollozo, le hizo abrir por demás los ojos, Aioros simplemente rio y lamio la sangre y el sudor frio del otro, el miedo que expedía
- todo tu eres delicioso…. Tanto que podría tragarte ahora mismo… devorarte… - cual muñeco de trapo lo giro pues el escorpión estaba casi inconsciente, lo estampo nuevamente contra el suelo, levanto su cadera y se relamió.
-al fin… tu agujero de puta… podre gozarlo… - tomo con una mano su miembro y lo froto contra la entrada del peliazul, disfrutando de la ejemplar vista de tener a un Milo mancillado y sangrando, lo penetro de una estocada, estrellando su rostro de lleno contra el suelo, como pudo Milo intento gritar, mientras Aioros dio un gemido de gozo.
- puta madre, eres tan estrecho…
Comenzó a penetrarlo una y otra vez, sin miramientos, estirando sus músculos, dilatando esa entrada a su antojo, disfrutaba cada espasmo y aullido de Milo, se sentía en los elíseos, los chapoteos de aquellos cuerpos fundiéndose en uno solo, una sarta de palabrería vulgar e insultos para el peliazul mientras jalaba su cabellera duramente, llevándose entre los dedos algunos mechones, Milo termino ensuciando su abdomen ahora con su propio semen que se mezclo con la sangre derramada, Aioros siguió penetrándolo.
-¡ves como lo disfrutas, perra! ¡No eres más que una prostituta! - gemía sin restricciones al aire y en un último grito que no intento ahogar eyaculo dentro del escorpión, se quedo dentro de él unos instantes, sintiendo los espasmos de su cuerpo, salió dejándolo caer, se dedico a verlo temblar, mancillado y ultrajado. Se levanto, haciendo su cabellera hacia atrás, pensando en su siguiente movida, quizás otro encuentro, Milo con la poco fuerza que tenia se giro, para intentar inclinarse, fallo, sus lloriqueos se hicieron más notorios, volvió a intentar y esta vez, lo logro… a duras penas se levanto, pero sus piernas se le doblaban.
Aioros le dirigió la mirada y era el Milo que siempre deseo y amo, solo que esta vez, no tenía un rostro dulce y gozoso como en sus fantasías, si no el de un moribundo desecho y destrozado, sintió una opresión en el pecho.
-¿Milo?…. Milo… - se aproximo a él, pero el otro retrocedió tambaleándose
- te odio… - se dio a entender, mientras derramaba lágrimas amargas y desesperadas, el otro entro en un trance, camino hacia él, repitiendo su nombre agitadamente
-Milo….milo….milo…. – cuando pudo sostenerlo, el peliazul retrocedió y tambaleo, derrapándose con su propia sangre, cayó hacia atrás, golpeándose duramente en la cabeza, desnucándose. Sus ojos por fin eran blancos, estaba inerte y cubierto de sangre, Aioros se le quedo observando durante largos minutos.
-¡Milo! – grito reaccionando, le sostuvo en sus brazos, perdido en todo lo que había hecho, repitiendo su nombre, gritándolo, hasta desgarrar su garganta, lamentándose por los actos cometidos, sin poder entenderlos del todo, se quedo en posición fetal, repitiendo el nombre del peliazul.
Cuando sus compañeros de armas hallaron la atrocidad cometida, lo entregaron a Saori y al patriarca, quienes asustados ante tanta saña y aberración, decidieron hacerle pagar sus actos, hubo varias propuestas para asesinarlo, entre ellos incluso, su propio hermano, sin embargo, creyeron que la muerte seria una salida demasiado fácil, para lo cometido, Aioros fue encerrado en una prisión similar a la anterior de Kanon, donde revivía día con día los actos cometidos, repitiendo el nombre de Milo una y otra vez, aferrado a sus lamentos … los lamentos de un lunático.
-yo… no puedo quererte de esa manera… perdóname
Mentiras, todo mentiras, fue la forma más fácil de librarse de alguien como yo, debe sentir que es demasiado para mi, en cierto modo tiene razón y es que mi obsesión por él, surgió poco después de que… como favor a Athena los dioses nos devolvieran a la vida con una última oportunidad, una metida de pata y estaríamos nadando nuevamente en el rio de los muertos, aquel niño que no podía ver más que como un pequeño hermanito inmaduro, se había convertido en todo un hombre perfecto y exquisito, un hombre al cual yo deseaba.
Viro hacia la puerta y sonrió de manera algo apagada, para después proceder a retirarse, meneando su cabellera con el viento y continuo su camino, sin siquiera pensar en detenerse, quizá me descuide y sintió mi presencia, suspiró resignado con cierta melancolía y odio. ¿Cómo podría estar así tan bien? ¿Acaso únicamente se había burlado de mí? Sus palabras no eran más que la salida fácil a un bastardo enamorado que no lo merecía, que idiota… el pensar que me tiene en el concepto del desdichado idiota que hace lo que se le dice sin chistar ni protestar – me alejo de la ventana y me recargo en la pared en medio de un caos reinante, mi lado de la habitación es tan obscuro como mi mente misma y sin pudor alguno bajo mi cremallera, meto la mano dentro de mi pantalón para sacar mi hombría la cual se ha empezado a erectar con solo mirarle y como animal en celo comienzo a masturbarme, perdido en mis fantasías, en mis proyecciones sádicas y sin escrúpulos donde domino aquel cuerpecillo frágil bajo el mío, estiro la mano hacia la repisa más cercana que tengo y con dedos temblorosos jalo una pequeña tela, que aunque en la obscuridad, al tomarla la distingo perfectamente, sin dejar de masajear mi miembro la llevo a mi rostro para olfatearla con desesperación, aun tiene el aroma de su sudor, de su cuerpo, a pesar que tiene días que se la he quitado sin ser visto durante un entrenamiento, su aroma es como el mejor afrodisiaco hace que mis sentidos se activen con mayor esmero, bajo aquella camiseta desgarrada a mi miembro para comenzar a frotarla duramente contra él, envolviéndolo, para imaginarme lo que sería estar dentro de su cavidad y porque no el verlo retorcerse, cierro mis ojos mientras continuo con mi labor, a pesar de los jadeos y balbuceos que expide mi boca, comienzo a susurrar su nombre, hasta el grado de que resuene en mi habitación.
-Milo… Milo…. – repito entrecortado en medio de suspiros, hasta correrme ensuciando nuevamente aquella tela, después de que los espasmos me recorran, la coloco a la altura de mis ojos para observar mi humedad sobre ella, ¡oh! como desearía que fuera su rostro. Dudo mucho que pueda soportar esto, cada día mis lamentos me recorren al igual que mi obsesión, como puedo amar a alguien que me ha despreciado de una manera tan vil, tan estúpida y que no se da cuenta de ninguna de mis señales para demostrarle lo mucho que lo deseo.
La mañana apenas se alumbra gracias a los destellos del sol, hace horas que estoy despierto, puesto que he salido entre la obscuridad de la noche y el despertar de la mañana para hacer el labor que llevo haciendo desde hace 18 meses atrás, coloco una hermosa rosa de color blanco bajo el umbral de la salida de escorpio para después seguir mi camino como acostumbro para desayunar con mi hermano, para mostrar ese antifaz de falsedad al cual todos están acostumbrados.
Regrese cansado, arrastraba pesadamente los pies, entonces era el momento de entrar por aquel templo, relaje mis músculos y dibuje la mejor sonrisa que tenía en mis labios, suavice mi voz y accedí sin aviso y lo que vi me desconcertó, aquel dueño de mis lamentos, de mi desdén, al que mi corazón había aprisionado con locura, estaba parado enfrente de mí, resignado, soltó un suspiro creyéndose solo y arrojo al suelo aquella rosa, el tiempo se detuvo.
-¿Qué haces Milo? – pregunte con cierto rencor, este giro para mirarme con desprecio y quizá algo sorprendido.
-Solo tiraba la basura… - menciono con su altanería conocida y viro haciendo que su imponente capa bailoteara en el aire, comenzó a caminar hacia sus aposentos -la próxima vez… avisa cuando entres por favor… - abrió la puerta de su habitación, para cerrarla tras de si, dejándome rabiando y herido, era un jodido creído, había destrozado los pocos sentimientos que quedaban en mi, apretuje mis puños hasta dejar mis nudillos blancos, mis dientes rechinaban unos contra otros al amordazar mi propia mandíbula. “Hijo de puta” maldije en el aire, para salir de allí lo más rápido que pude, paralizado de mente llegue a mí santuario, para comenzar a romper todo y soltar un desgarrador grito, me había herido, me había calado como ninguno otro, él sabía que había sido yo y me desprecio de manera tan vil, tan cruel, jodido creído, realmente no ha hecho más que demostrarme siempre su altanería, la rabia y la furia me consumieron e incineraron, lo haría pagar, lo haría sufrir como me lo estaba haciendo sentir ahora, derrame lagrimas de impotencia y coraje, golpee con el puño cerrado el pilar central de mi habitación, haciendo retumbar el lugar. “-me las pagara” – jure a la nada y comencé a reírme, quizás por los nervios o el dolor pero sabía que tendría que vengarme, de hacer realidad mis fantasías y de demostrarle que si habría de pertenecerle a alguna persona esa seria yo.
-----------------------grita lo más fuerte que puedas mi nombre, quizá de esa manera puedas salvar tu alma…
Encogido sobre mí mismo, furibundo en mis fantasías, mi boca está reseca de tanto gemir y proclamar su nombre a pesar de todo, a pesar del dolor y el odio, sin embargo esta vez ya no hay consuelo, las caricias propias ya no dan el alivio a mi cuerpo y el olor de su camiseta se ha perdido para difundirse con el olor de mi semen rezagado, el frio de la noche cala un poco mis huesos, afuera llueve copiosamente y el viento golpea duramente los pilares de este santuario, suspiro con resignación y golpeo el suelo con mi puño cerrado.
-¡maldita sea! – lo deseo tanto, lo quiero únicamente para mi, tocar, besar morder, despedazar mi último deseo final seria completado gracias a su cuerpo, el antifaz de la buena persona seria al fin revelado, me pongo de pie decidido a todo, acomodo mis ropas y con paso firme camino hacia la entrada de mi templo, sin portar nada más que mi ropa de entrenamiento comienzo a descender entre la obscuridad las escaleras que dan hacia sus aposentos, la lluvia empapa todo mi cuerpo y las gotas resbalan por mi corta cabellera, no hay facción alguna en mi rostro, mi mente se ha perdido entre mis divagaciones y no ha encontrado la salida, me he bloqueado ante las consecuencias de lo único que deseo …. Y lo que deseo es a Milo.
-----------------si tan solo pudieras ver que eras la única persona que había soñado, pero que ahora… se ha convertido en mi pesadilla.
Un trueno hace que cimbre la tierra, una ráfaga ilumina la entrada del octavo templo y se divisa la silueta de aquel que sin previo aviso ha usurpado aquellos aposentos, el agua escurre por sus ropas y se estanca en el suelo dejando escuchar aquel chapoteo impermisible y una sonrisa se dibuja en sus labios. Comienza a caminar haciendo escuchar el eco de sus pasos por aquel santuario tan parecido al suyo, sin embargo estaba plasmado por la presencia de otro hombre, con facilidad detecta su presencia, se dirige a los aposentos principales y personales del caballero de escorpio, sin embargo, antes de llegar, la puerta se abre intempestivamente.
-¿Aioros? ¿Qué haces aquí? – intrigado por ver a su compañero de armas, el escorpión intenta acercársele pero no hubo respuesta del otro, simplemente continuo caminando hacia el
-¿Aioros? – Inquirió de nuevo, retrocediendo un poco, tratando de analizar la situación, queriendo tomar las riendas se mostro firme - no sé qué es lo que quieras, pero no puedes importunar en mi templo de esta manera… ¿me estas escuchando? ¡Aior… - guardo silencio al sentir sobre de él al guardián del noveno templo
“-mis manos están temblando, basta con mirar tu rostro para calmar mis nervios, el percibir tu miedo, tu extrañeza, ¿estás listo para correr?”
- he esperando pacientemente por esto…
-¿de qué estás hablando? ¡Apártate! – Demando - he dicho que te… ¡ah! – gimió con dolor al ser sometido de las manos con fuerza y arrastrado hacia la habitación, sin preámbulos y entre forcejeos Aioros lo estrello contra la pared, dejando caer los objetos del buro cercano.
-¡¿Aioros por Zeus qué diablos te pasa!?
-¿Qué me pasa? Aún eres capaz de preguntarlo…. – suelta una pequeña risilla- en semejante situación y no puedes entender lo que pasa… pero que he de esperar de alguien tan patético como tu…
- si esto es un juego… no es divertido – lo miro desafiante, tragando saliva al notar como realmente las facciones de Aioros no mostraban ser parte de una broma de mal gusto.
- dime Milo… ¿Qué se siente pisotear a los demás? – Se acerca a él, ejerciendo presión en sus brazos para poder llegar hasta su cuello, en el cual dio una bocanada de aire, tensando al menor - ¿te divertiste? Pisoteándome….
- no sé de que hablas…
-¿no lo sabes? Mi amor rechazado… mis dulces pensamientos que convertiste en mierda…. Toda la pesadez que has puesto sobre mi cuerpo, todo el desprecio al que me has doblegado…
La cabeza del escorpión daba vueltas, en medio de su pánico reinante, no comprendía aquellas palabras mucho menos la actitud del mayor y entonces cayó en la cuenta
-las rosas… - susurro
-¡oh! entonces si lo sabes… - de un tirón rompió la delgada camiseta del peliazul y ejerció presión contra el cuerpo del otro, la estatura del castaño era mayor al igual que su peso.
-jamás creí que fueras en serio… es más, creí que era una de las tantas bromas de Aioria… - trato de excusarse para tranquilizar al mayor
-¡mentiras! ¡Todas mentiras! Te sentías demasiado como prestarle atención al pendejo de sagitario ¿no? Mientras yo me jodia de amor por ti, tú no te cansabas de lamerle el culo a Géminis para que te hiciera caso
- estas equivocado… ¡ah! Me estas lastimando… Aioros tranquilo… tu… tú no eres así … - El castaño se río bravamente arriba de su presa, cada vez lo oprimía con mayor fuerza que con el pasar de los segundos se oían “tronar” unos huesos.
-¿ser así? – Rio con burla - ¿Qué sabes tú de como soy? Ante todos siempre soy el mismo dócil imbécil, el que hace lo que se le ordena sin pensar… ese es el Aioros que todos consideran, solo un pendejo mas, te hare cambiar tu perspectiva… divirtámonos un rato… gocemos de esa espera tan prolongada a la que me has sometido
Un ligero temblor fue percibido en el cuerpo del peliazul, acumulando su fuerza, fue capaz de golpearle en el rostro alejándolo de él, pero antes de siquiera dar un paso fue tomado del cabello y jalado al suelo, para ser arrastrado hasta la mitad de la habitación, una risilla burlona escapo del castaño y balanceando su rostro sometido por la opresión de sus mechones lo golpeo con el puño cerrado, obteniendo una fuerte exclamación de dolor de parte del otro, satisfecho con el hecho continuo golpeándolo a pesar de los forcejeos del peliazul. Milo detuvo aquel puño con su mano, sus mechones fueron soltados pero en su lugar Aioros tomo la muñeca del peliazul la cual quebró obteniendo un alarido que el menor trato de ahogar puesto que… no le mostraría a Aioros aquella faceta que tanto anhelaba, la de su humillación.
-patético… - sujeta el hombro derecho y lo disloca rápidamente haciendo soltar en el escorpión unas lágrimas. Por primera vez el dolor lo sentía a flor de piel, mordió sus labios para ahogar aquellos sollozos que se aglutinaban en su boca, aun de rodillas, sostuvo su hombro lesionado, cerrando los ojos, rogando que todo fuera una terrible pesadilla, el sonido de la cremallera de Aioros le hizo salir de sus cávales, fue tomado nuevamente del cabello, elevando su rostro el cual se topo con la potente erección de sagitario, abrió sus ojos por demás aterrado ante la idea, jalándolo con más fuerza y a pesar de la resistencia, hundió su rostro entre sus piernas haciendo que engullera el inhiesto pedazo, sintiendo la cálida humedad de aquella cavidad, los dientes raspándole la delicada piel que envolvía su miembro, halando la cabeza de Milo hacia atrás, lograba hacer que entrara y saliera de su boca dándole el placer que durante tanto tiempo había imaginado.
-¡hazlo bien! – Lo abofeteo – aquí… - tomo la barbilla del escorpión quien ligeramente sonrojado entrecerró los ojos, temblando, el mayor hizo que lo engullera de nuevo, dándole esos espasmos húmedos y deliciosos, Aioros se perdió en su propia divagación de poder cumplir una de sus tantas fantasías.
Instantes después eyaculo en su aterciopelada boca, soltó por instantes a Milo, quien al abrir su boca para tratar de respirar dejo escurrir todo el semen que había sido depositado en su cavidad, un hilillo le quedo colgando en la comisura de los labios.
-Bastardo, hijo de puta… - no podía mirarle a los ojos después de aquello, un sentimiento de culpabilidad o quizá repulsión le envolvió, por sus mejillas resbalaban pequeñas lagrimas.
-que delicia ver al grandioso Escorpión llorando como una niña… - bufo en su rostro, enterró las uñas en el hombro lastimado del peliazul sacándole un sollozo, lo levanto apretando sus manos ahorcándole, balbuceos salían de la boca del escorpión puesto que la falta de aire a sus pulmones hacia que su piel palideciera, entrecerró sus ojos al igual que su quijada. Apretó mas fuerte gozando del sufrimiento del otro, se relamió los labios y sintió como su erección volvía a avecinarse, lo soltó, dejándolo caer de rodillas, el morocho comenzó a toser, haciendo exclamaciones altivas para intentar saciar sus pulmones de aire, sin embargo un fuerte puñetazo le hizo dar media vuelta en el aire y que sus ojos se pusiesen blancos unos segundos, su rostro estampo contra el suelo donde, la mano de Aioros comenzó a estrellarlo una y otra vez, rompiéndole la nariz, dejando en su frente y mejillas golpes que, al paso de minutos se convertirían en hematomas vistosos y amoratados
-¡por favor, basta! – suplico, entre sollozos y lagrimas, con la mano disponible Aioros levanto su cadera, destrozando sus ropas, pasando su brazo por debajo de su abdomen, dejo su trasero levantado, mientras con la otra, mantenía en contra el suelo, su rostro.
Lamio aquellas nalgas con morbo y deseo, Milo comenzó a sollozar más fuerte, la vergüenza, el dolor y la traición baleaban su cabeza y no podía hacer nada para defenderse, soltó su cabeza y ahora con la mano disponible tomo ambos glúteos y los separo dejando apreciar su entrada cerrada, Milo como pudo ejerció presión débil cosa que no sirvió de nada, puesto que el sagitario comenzó a reír, para seguido dar un lengüetazo.
-¡déjame… en paz… jodido degenerado! – apenas audible, Milo se quejo, Aioros saboreo aquel extraña sensación
-sabe deliciosa… algo amarga – rio – pero deliciosa
- por favor… por favor…. – suplico llorando el menor, sin embargo el mayor continuo lamiendo cual gatito sediento, su erección volvía a erguirse como fuste y babeaba deseosa de romper con todo aquella virgen cavidad, tomo con la mano el miembro de Milo el cual a pesar de todo comenzaba a reaccionar, pues después de todo, era un humano
- pequeño cerdo… te estás mojando, con solo que te chupen el culo… te encanta este trato – aquello hizo reaccionar a Milo
-¡cállate! – grito inclinando su cabeza hacia atrás, golpeando contra la de Aioros, aventándolo lejos de si, para estrellarse con el filo de un buro, el cual le hizo una abertura en la cabeza y el cuello, de la cual emano a borbotón un filo de sangre, el peliazul se logro poner de pie y le escupió, para empezar a patearlo a falta de su brazo, el castaño le detuvo la pierna y halo hacia abajo para tumbarlo cayo duramente de espaldas, se fue contra él y antes de que el peliazul pudiese quejarse un golpe que impacto en su mandíbula, le hizo morderse la lengua atrozmente, sacándose sangre impidiéndole el habla, un grito mudo acompañado de un sollozo, le hizo abrir por demás los ojos, Aioros simplemente rio y lamio la sangre y el sudor frio del otro, el miedo que expedía
- todo tu eres delicioso…. Tanto que podría tragarte ahora mismo… devorarte… - cual muñeco de trapo lo giro pues el escorpión estaba casi inconsciente, lo estampo nuevamente contra el suelo, levanto su cadera y se relamió.
-al fin… tu agujero de puta… podre gozarlo… - tomo con una mano su miembro y lo froto contra la entrada del peliazul, disfrutando de la ejemplar vista de tener a un Milo mancillado y sangrando, lo penetro de una estocada, estrellando su rostro de lleno contra el suelo, como pudo Milo intento gritar, mientras Aioros dio un gemido de gozo.
- puta madre, eres tan estrecho…
Comenzó a penetrarlo una y otra vez, sin miramientos, estirando sus músculos, dilatando esa entrada a su antojo, disfrutaba cada espasmo y aullido de Milo, se sentía en los elíseos, los chapoteos de aquellos cuerpos fundiéndose en uno solo, una sarta de palabrería vulgar e insultos para el peliazul mientras jalaba su cabellera duramente, llevándose entre los dedos algunos mechones, Milo termino ensuciando su abdomen ahora con su propio semen que se mezclo con la sangre derramada, Aioros siguió penetrándolo.
-¡ves como lo disfrutas, perra! ¡No eres más que una prostituta! - gemía sin restricciones al aire y en un último grito que no intento ahogar eyaculo dentro del escorpión, se quedo dentro de él unos instantes, sintiendo los espasmos de su cuerpo, salió dejándolo caer, se dedico a verlo temblar, mancillado y ultrajado. Se levanto, haciendo su cabellera hacia atrás, pensando en su siguiente movida, quizás otro encuentro, Milo con la poco fuerza que tenia se giro, para intentar inclinarse, fallo, sus lloriqueos se hicieron más notorios, volvió a intentar y esta vez, lo logro… a duras penas se levanto, pero sus piernas se le doblaban.
Aioros le dirigió la mirada y era el Milo que siempre deseo y amo, solo que esta vez, no tenía un rostro dulce y gozoso como en sus fantasías, si no el de un moribundo desecho y destrozado, sintió una opresión en el pecho.
-¿Milo?…. Milo… - se aproximo a él, pero el otro retrocedió tambaleándose
- te odio… - se dio a entender, mientras derramaba lágrimas amargas y desesperadas, el otro entro en un trance, camino hacia él, repitiendo su nombre agitadamente
-Milo….milo….milo…. – cuando pudo sostenerlo, el peliazul retrocedió y tambaleo, derrapándose con su propia sangre, cayó hacia atrás, golpeándose duramente en la cabeza, desnucándose. Sus ojos por fin eran blancos, estaba inerte y cubierto de sangre, Aioros se le quedo observando durante largos minutos.
-¡Milo! – grito reaccionando, le sostuvo en sus brazos, perdido en todo lo que había hecho, repitiendo su nombre, gritándolo, hasta desgarrar su garganta, lamentándose por los actos cometidos, sin poder entenderlos del todo, se quedo en posición fetal, repitiendo el nombre del peliazul.
Cuando sus compañeros de armas hallaron la atrocidad cometida, lo entregaron a Saori y al patriarca, quienes asustados ante tanta saña y aberración, decidieron hacerle pagar sus actos, hubo varias propuestas para asesinarlo, entre ellos incluso, su propio hermano, sin embargo, creyeron que la muerte seria una salida demasiado fácil, para lo cometido, Aioros fue encerrado en una prisión similar a la anterior de Kanon, donde revivía día con día los actos cometidos, repitiendo el nombre de Milo una y otra vez, aferrado a sus lamentos … los lamentos de un lunático.
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